Ha sintomáticos

Igual no se ha enterado, pero ha habido una pandemia. Una pandemia es cuando la gente no sale de casa sin tener resaca. La resaca se produce después de algo, no antes de nada, como ahora. Lo que es ahora ya no lo explico que se me pone cara de San Agustín y siempre es mejor creer que saber. Saber, saber… los cuñados y los locutores de radio, valga la redundancia, que sin ti no son nada. No se venga  arriba: es audiencia, no amor. Los cuñados, digo. El amor, ay el amor, con la de canciones que llevamos…

Y ahora que todo el mundo  sabía lo que iba a ocurrir le confesaremos que  el lema es de antes, del día que vimos que el revelador se había caducado. Y es que la vida iba en serio. Vale, algo así solo se le puede ocurrir a gente analógica. Para aclararnos, son analógicos los dominós y los carteros y digitales amazón y los cargos políticos. El mundo analógico es ese mundo de antes, cuando los críos jugaban en las calles, había popeyes de limón y John Wayne llevaba sombrero. Un sitio muy antiguo. Ya decía Tolstoi que la mayor sorpresa en la vida de un hombre es la vejez, aunque los digitales ni la huelan, mientras los analógicos van jibarizando su idea de eternidad al comprobar que cada vez tiran más cerca…

Entretanto, los bares y las pantallas se han llenado de expertos en virus (otrora seleccionadores nacionales  de fútbol), un gran avance para los vendedores de mascarillas y para las compañías de telecomunicaciones. En este contexto urge priorizar qué es lo importante y que no, faltaría más. Importante es lo que usted quiera, desde la cebolla en la tortilla de patata hasta su inolvidable affaire con Marlon Brando. Secundaria y/o prescindible es la cultura, pues ni llueve ni estamos confinados,  por lo que la fotografía, hija tardana  y eternamente cuestionada de la primera, puede llegar a ser tan extraña  como abrir una puerta con el codo. Pese a todo  hay sintomáticos. Inmensas minorías. Gente que cree que las apuestas culturales existen a pesar de las circunstancias.  Que nunca han estado enamorados porque siempre han sido camareros, que veneran la silla de Gleen Gould, o que, simplemente,  les ha picado un bicho. Para ellos es este anómalo festival de  fotografías en verano, donde primará lo físico por encima de lo virtual y buscaremos hacer lo de siempre, como nunca. Esta edición befotera será un poco extraña: en agosto, más breve  y gran parte en exterior noche. A ver si nos vemos, que del pixel también se sale.

Fotografía: Lucas Damiani & Sara Coelho. Reciclario. Emergentes 2019