Año 2 d.c.

Parece que era ayer y ya llevamos casi dos años de covid. Durante este tiempo,  BFoto ha continuado, resiliente y tenaz,  con propuestas que permiten la coexistencia de la fotografía emergente y los espacios públicos. Mediante  la participación ciudadana, inhabituales formas de exposición fotográfica o  actividades de enseñanza se promueve una interesante inmersión fotográfica que descubre, interpela y seduce a la ciudad de Barbastro. El festival propone, además, apostar por una visión holística de la cultura en la que también tengan cabida la música, la literatura o el cine, buscando esas relaciones simbióticas que engrandecen la rēs pūblica,  construyendo sinergias y abriendo nuevos caminos. Pese a todo, y aún condicionados en la programación por la situación sanitaria, se han aplazado algunas propuestas a la vez que se reforzaban otras, buscando que la fotografía siga siendo la protagonista cultural del mes de agosto.

Ya sabemos que usted no, pero en las redes sociales  solo se cuelgan yates, playas sin neveras portátiles y atardeceres en la bahía de Halong. La industrialización del narcisismo tiene consecuencias que la fotografía documenta, qué le vamos a hacer. Sin embargo,  la fotografía es mucho más amplia y compleja, es el territorio exclusivo de esa narración visual en la que el silencio para la reflexión lo decide el espectador, el espacio donde la mirada se enfrenta a un tiempo rehén de una imagen o el lugar en el que se visibiliza lo oculto y lo inentiligible.

Pero este festival es de fotografía emergente, no de tontadas. Emergente: que no es sumergente, desatente o difidente, aunque pueda ser barbiponiente, concupiscente e iridiscente. Una apuesta por esos trabajos que no han tenido, todavía, cauces expositivos. Gente que cree en lo que hace y  quiere contarlo. Y además de poder verse en los sitios habituales, estará también en la calle: es procedente que lo que ha sido hecho para mostrarse se pueda encontrar sin ir a buscarlo, convirtiendo a todo el mundo en espectador de una mirada sobre el mundo que plantea preguntas, descubre secretos o, simplemente, te destroza la vida.  Estaría bien que, de camino hacia esos lugares en los que practica  actividades perniciosas que inclinan el cuerpo a la molicie y la mente al libertinaje, se detenga a contemplar los trabajos que encontrará en la calle y, además y por supuesto, los que requieren cruzar un umbral, físico o mental.